Gracias por su visita
Gracias por su visita no es una exposición. Tampoco una cafetería. Su razón de ser se encuentra en el espacio intermedio que acoge a ambas.
Las obras de Alberto Ardid, el colectivo Rapapawn (formado por Cynthia Alfonso y Óscar Raña) y Tayone se conforman aquí como una conjugación de ideas, pero también de actitudes, de ilusiones (por un tiempo futuro), de alusiones (hacia un tiempo pasado) y de una clara visión artística que tiene la capacidad de convertir lo visual en reivindicación.
Tanto los artistas como la comisaria, Sara Donoso, hemos estudiado en una facultad que se movía, donde los pasillos se convertían en aulas portátiles y el olor a aguarrás se mezclaba con el humo del tabaco. Una facultad con una cafetería que era mucho más que eso. Un lugar donde podías comer por menos de 5€ o abrir el tupper y sentarte sin problema entre compañeras y profesoras. Entonces en la facultad siempre había gente, dentro y fuera de las aulas, y se configuraba como un punto de ebullición no solo de la escena artística sino también de la vida social de la ciudad. Han sucedido muchas cosas desde entonces: cambios de normativa, modificaciones curriculares, una pandemia… y el cierre de la cafetería que, por diferentes motivos, no ha vuelto a abrir sus puertas y se ha reconvertido en el espacio expositivo O abrigo. Los pasillos ya no huelen a humo, ni a hierba, casi ni a pintura. Las aulas siguen vivas pero fuera de ellas hay algo aséptico en el ambiente. No hay un lugar de reunión distendido, ni un sitio donde saciar la sed, ni las ideas, tampoco las inquietudes. ¿Qué fue de esa cafetería coronada por el cuadro Un berro por Belas Artes?
Fue en 1993 cuando Laxeiro, en solidaridad con las protestas a la precaria situación en la que se encontraba la sede provisional de la facultad, ubicada en el antiguo Hogar Provincial de Pontevedra, pintó in situ Un berro por Belas Artes. El lienzo fue donado al alumnado y su acto, casi performático, se convirtió en un grito por el futuro de la facultad. Un grito que durante décadas acompañó el tránsito de todas las personas que debatían, comían, se emborrachaban o se reunían en la cafetería. Esto no es una cafetería, pero sí es, tal vez, un nuevo grito; una voz que clama por recuperar ese punto de encuentro, por la posibilidad de volver a contar con un espacio social más allá de las aulas.
La propia concepción de este proyecto ha tenido mucho de procesual. Lo que empezó como una invitación al uso para mostrar la obra de artistas cuyas lógicas formales y conceptuales convergen en diferentes puntos, acabó convertido en un extenso debate sobre la posibilidad de realizar un proyecto a cuatro manos hasta, finalmente, fructificar en esta propuesta experimental. Largas conversaciones de WhatsApp, reticencias e insistencias, lluvias de ideas tan descabelladas como soberbias. Durante un tiempo compitieron los impulsos por recrear una cafetería con las complejidades y contradicciones asociadas: ¿qué relación puede tener con las obras?, ¿cómo se ve reivindicar una cafetería por parte de quien sí la disfrutó?, ¿tenemos medios para ofrecer un servicio funcional?, ¿conseguiremos dinamizar el espacio o este mismo proyecto vivirá su fracaso?
Son cuestiones que se nos escapan, y que estuvieron a punto de vencer a las ganas de recuperar un ambiente de evasión para la facultad. Pero, como exalumnos y exalumnas, quienes participamos en este proyecto continuamos relacionándonos con la universidad de muy diversas maneras: algunas veces como artistas, o colaborando en propuestas de gestión, en ocasiones también como docentes y, siempre, como allegados. No hemos dejado de medir el pulso a la actividad de Bellas Artes. Tal vez por eso surgió, a modo de broma, la posibilidad de titular “Cafetería” a esta exposición. Y la broma se fue haciendo más grande, y se valoró la opción de recrearla. Entonces, entre los variados argumentos a favor, el chat se llenó de frases como “La facultad de Belas Artes, sin su zona común de distensión, se parece más a cubículos académicos donde no se debate sobre el futuro. La cafetería es un pretexto para reivindicar esto, devolver a los espacios interacciones y debates”. Así que decidimos intentarlo.
Gracias por su visita no es exactamente una cafetería, pero sí busca introducir simbólicamente el debate sobre el vacío que ésta ha dejado. El proyecto se formula como un organismo vivo que transforma la sala en un campo de acción relacional; donde la demanda de la reapertura de la cafetería se convierte en pretexto para reactivar la memoria afectiva de la facultad y convertirse en un espacio de encuentro colectivo y mutante. Aquí se permite tomar café, infusiones, picar algo y, sobre todo, conversar, descansar, sentarse, quejarse, leer y disfrutar de las piezas que acompañan y terminan de dar sentido a este proyecto. Al menos durante el tiempo que dure la exposición. Después, quién sabe, tal vez esta semilla funcione como base para volver a coger impulso y que se alineen las fuerzas, administrativas y personales, que permitan imaginar una nueva reapertura de la cafetería.
El propio título juega con la ambigüedad al referirse a un acto de agradecimiento, como puede ser el de visitar un establecimiento, además de señalar una relación directa con el icónico mensaje que lanzan las servilletas en los bares tradicionales que aún resisten la moda de las frases motivacionales. Lo ambiguo, lo indeterminado, lo que recurre a la etiqueta para huir de ella es justamente lo que plantean las obras presentes en esta muestra: trabajos que se encuentran cómodos entre los intersticios, que se introducen en los márgenes del sistema para resituarlo, aplicando mecanismos contextuales y cotidianos, referencias visuales que parten de un escenario compartido: la calle, las pantallas, los medios de consumo… En los trabajos de Rapapawn, Tayone y Alberto Ardid están presentes las superposiciones, la repetición y la acumulación que encuentra en las formas de vida actuales la máxima expresión de los modelos capitalistas. Además de la manifiesta cercanía estilística, el contraste entre materiales propios de procesos industriales, no nobles, y el refinamiento formal que dejan entrever los acabados de sus obras encuentra un interesante equilibrio desde que el reconocer las propias incongruencias del sistema.
De alguna manera, sus trabajos aluden a un mundo a medio hacer, a un proceso de bucle constante. Como esta exposición, o esta cafetería que, sin ser ni una cosa ni a otra, puede ser ambas. Pero es, sobre todo, el ensayo de un espacio coral que emplea el arte no como objeto sino como vehículo para la construcción de diálogos, más allá de su planteamiento plástico, indicando su valor como plataforma colectiva de análisis y entendimiento. Y también puede ser, en esencia, el grito que todas llevamos dentro.