The ground where I step on. Natividad Bermejo
Natividad Bermejo apela a lo emocional deslizándose en la sutileza para introducir su sensibilidad a partir de percepciones que tienen que ver con la fascinación de lo que la rodea. Capaz de transformar lo anodino en un dispositivo de relaciones cruzadas, su hacer artístico manifiesta una enorme inclinación hacia principios como lo cósmico, la búsqueda de los orígenes, los fenómenos de la naturaleza o la fisicidad de los elementos, cuestiones que revisita desde la contemporaneidad. Sus dibujos, de gran formato, juegan con la materialidad desde el detalle y tienen la capacidad de proyectarnos hacia un espacio indeterminado que fusiona las fronteras entre lo imaginado y lo real. Como una continua simbiosis entre lo actual y lo pasado, la atracción por el origen habita en su obra sin detenerse en la mera observación romántica, sino advirtiendo un retorno que incorpora lecturas de actualidad, además de sugerir interesantes combinaciones visuales y conceptuales. En su forma de hacer se expresa la inquietud de quien recorre el mundo en busca de historias, de objetos, de formas fragmentadas a través de las cuales abrazar el contacto con lo primitivo.
En The ground where I step on Natividad Bermejo establece una comunión entre dos proyectos autónomos pero emparentados: una serie de dibujos sobre pared y una instalación de suelo que ocupa la totalidad del espacio. Si, como comentábamos, la reflexión sobre el origen y el encuentro con la materia funciona a modo de aglutinante, al detenernos en los aspectos formales se produce una dicotomía entre el motivo representado (dibujos) y el motivo presentado (instalación). Mientras en los primeros la artista es la productora última de la imagen, configurándola desde cero a partir de una concepción lenta de delicada factura, el conjunto instalativo ofrece un juego de interpretaciones cruzadas. Baldosas, bloques de asfalto, piedras de afilar u otros materiales extraídos del actual sistema productivista conviven con vestigios geológicos en una continua pugna por diluir los límites entre lo natural y lo construido. El gesto, de inclinación apropiacionista, que aquí se propone tiene que ver con acoplar al simbolismo místico del objeto el aspecto más profano de su carga contextual: los precios de los materiales, sus embalajes, el nombre de la empresa en la que se adquirieron algunos de esos minerales…
Por su lado, los dibujos, pertenecientes a la serie Piedras, huesos y meteoritos, tienen la facultad de trasladarnos hacia el lugar de lo simbólico. Desde la serenidad del blanco y negro y un aspecto barroquizante, embriagado en el detalle, se presentan una colección de huesos, objetos geológicos o astronómicos capaces de impactar en nuestra retina no solo por su potencia sensorial sino también por el medido ejercicio plástico y compositivo en que se basa su representación. Las sombras, las texturas, los contrastes y volúmenes logrados a partir de la combinación del guache, el pastel y el grafito se intensifican hasta provocar una sensación háptica, un acercamiento casi físico a la materia. En otros niveles de lectura, encontramos un ágil manejo de la idea de centro; lugar en el que se sitúa el objeto representado. Es en el punto medio donde aparece la imagen, de la que irradia una suerte de halo proyectado a modo de salvaguarda.
Si atendemos al conjunto, podríamos referirnos a esta exposición como una propuesta dominada por lo fragmentario que tiene la capacidad de desplazarnos entre diversas épocas y latitudes. Un registro de elementos donde cada pieza suscita una interpretación y el caminar va introduciendo al espectador en la sorpresa de cada breve descubrimiento. La artista actúa como recolectora pero también como impulsora de nuevas narraciones. Así, Natividad Bermejo, construye su propio microcosmos para asomarnos a una realidad global donde la piedra milenaria se sitúa al nivel de un bloque de cemento. Sin comparaciones ni pretensiones, unicamente mostrando esos pequeños cuerpos que configuran un universo entero.